jueves, 6 de junio de 2013

The Damned Mouriño (II): Mouriño busca un nuevo hogar. Al Madrid le humillan en el suyo

¡Las cosas curiosas que tiene el fútbol! La victoria por la que muchos madridistas recordarán con cariño a José Mourinho no la consiguió el portugués dirigiendo al Real Madrid, sino al Inter de Milán. Me estoy refiriendo, por supuesto, a la famosa noche de los aspersores, en la que los interistas privaron al F.C. Barcelona de ganar en el Santiago Bernabeu una final que podría haber terminado en guerra civil (en Yugoslavia se lió por menos de eso). Una noche para la historia que todavía se recordará en la capital de España como un triunfo más de su equipo.

¿Cómo se llegó al punto de que la parroquia blanca empezase a celebrar las derrotas de su máximo rival como victorias propias? La respuesta tiene dos prismas: Por un lado están los consecutivos rídículos del Madrid en Europa durante casi una década. Por otro, el Barcelona de Guardiola, que irrumpió en el panorama futbolístico como un ciclón y lo arrasó todo a su paso durante un año en el que todo les salió perfecto.


Retrocedamos al año 2007. El Madrid de Ramón Calderón navegaba hacia un mar de inestabilidad. Tras la marcha de Fabio Capello, que había logrado la liga de forma "épica" (con goles de Van Nistelrooy en los últimos minutos a equipos arruinados) le sucedió en el cargo el alemán Bernd Schuster, bajo la promesa de ver "mejor fútbol".

Aun así, esta delicada situación del Madrid se veía eclipsada por los problemas deportivos e institucionales al otro lado del puente aéreo. El Barcelona se hallaba inmerso en un profundo proceso de descomposición, con su otrora estrella Ronaldinho convertido en ex-jugador de fútbol y la gent blaugrana pidiendo las cabezas de Xavi o Puyol (a mí esto no se me olvida) entre otros. Con una liga cada vez más parecida a la de Escocia y sin un rival que le hiciese sombra, el Madrid tuvo todo de cara para conseguir el campeonato 2007-2008. A pesar del éxito doméstico, los merengues no pudieron tapar sus vergüenzas europeas y por sexta temporada consecutiva se quedaron sin pasar de octavos de final en Champions. Esta vez por cortesía de la Roma.

Gordinho

En Inglaterra las cosas también estaban movidas para Mou. Abramovich pensaba, al igual que los seguidores del Real Madrid del Señorío, que tener un equipo de estrellas es condición suficiente para ganarlo todo (a ojos de esta gente los demás no juegan) y acabó por desquiciar a su manager, que optó por largarse a Italia de un portazo.

En el Calcio Mou se dedicó a hacer las dos cosas que mejor se le dan: ganar titulos y tener broncas con la prensa y con los entrenadores y jugadores rivales. Tal y como hiciera en Portugal y en Inglaterra, en su primera temporada ganó la liga. No obstante su papel en Europa no superó al de su predecesor Roberto Mancini (ese tipo que aun no se sabe cómo leches ha llegado a entrenar un equipo de élite). Pero si algo destaca a Mouriño es su capacidad para mejorar a sus equipos en su segunda temporada.

Hablando de segundas temporadas, Schuster no llegó a comerse el turrón en la suya. La derrota frente a la Roma hizo mucha pupita, y las continuas broncas de Bernardo con la prensa metemierda de Madrid  (teledirigida de aquellas por Raúl y Guti) acabaron con el alemán cesado a mitad de temporada. Como a perro flaco todos son pulgas, mientras la casa blanca se destruía el Barcelona del hijo pródigo Pep Guardiola pulverizaba todos los records. En cosa de un año el Barcelona escribía su página en la historia con un sextete de títulos, cuya guinda fue un humillante 2-6 en el Bernabeu ante un Madrid impotente entrenado ya por Juande Ramos.

Más madera quedaba por arder. Calderón fue cesado del Madrid cuando se descubrió su amaño de votos (con colaboración de los Ultra Sur) para llegar al poder y entre medias pasaron tres presidentes por la entidad. Un señor mayor que no recuerdo bien, el dueño de Martinsa-FADESA (que venía para hacer una sustitución temporal y trató de perpetuarse en el cargo hasta que lo fulminaron) y uno que se llamaba Boluda, eternamente recordado por su pronóstico del "chorreo" al Liverpool, que terminó con los reds endosándole un 4-0 (con Casillas bajo palos y Fernando Torres marcando).

La situación fue tan lamentable que tuvo que volver Florentino Pérez de su exilio voluntario y poner tropecientos millones sobre la mesa para traerse a Cristiano Ronaldo, Kaká, Xabi Alonso y Benzemá. Esta vez el elegido  por Valdano para dirigir el cotarro fue Manuel Pelegrini, que venía de firmar un par de buenas temporadas en el Villarreal. A mi Manuel me parecía un entrenador majo y creo que tendrían que haberle dejado trabajar un par de temporadas. Por desgracia, al igual que sus predecesores en la última década no llego a hacer dos seguidas. Con Pelegrini el Madrid volvió a quedar segundo en liga, volvió a hacer el ridículo en la Copa del Rey, encajando un 4-0 frente al Alcorcón (con Casillas bajo palos) y volvió a ser eliminado en octavos (esta vez frente al Olympique de Lyon). Fue esta última una derrota especialmente dolorosa, puesto que ese año la sede de la final era el Santiago Bernabeu.

Por su parte, el Barcelona continuaba con su racha imparable hacia la segunda champions consecutiva. Con Guardiola convertido en un semidiós querido en su pequeño país que se ve desde un campanario y respetado por el Señorío, el cruce Inter-Barsa de semifinales de Champions de 2010 se convirtió en algo más que un partido de fútbol. Fue uno de esos duelos que perdurarán en el inconsciente colectivo durante décadas. Lo que se presentó a las masas como la batalla definitiva entre dos extremos cuyos fans y detractores se cuentan por millones: jogo bonito contra táctica, plasticidad contra pragmatismo, Menotti contra Bilardo, Gryffindor contra Slytherin, en definitiva, el bien contra el mal.

Pep Guardiola votando por la independencia de Catalunya

En la ida Mou devoró a Guardiola con su planteamiento táctico y su equipo remontó un gol en contra en una jugada aislada para llevarse el partido por 3-1. Pero faltaba lo más difícil, sobrevivir al Barcelona en el Camp Nou, donde desde hacía tiempo los blaugranas se habían acostumbrado a golear a todo el que pasase por allí. El Barsa contó con su habitual ayudita arbitral y Motta fue expulsado el minuto 20 por una agresión fingida por Busquets. El más difícil todavía.

Ante tal percance, un entrenador de los llamados "ganadores" o "valientes", esos que demanda el Señorío del Bernabeu, hubiese obtado por meter en el campo dos centrocampistas de tiki-taka y un delantero para buscar los espacios. El partido terminaría con el Barcelona endosándole un 6-0 a esos pobres desgraciados y los jugadores intercambiándose las camisetas con buenas caras. Lo que se conoce como una oda al fútbol. Pero aquello no entraba en los planes de Mou, que movió ficha y restructuró tácticamente al equipo para minimizar daños y tratar de impedir que el Barcelona jugase cómodo (¡que rastrero!). Con el paso de los minutos Guardiola veía impotente desde la banda como sus pupilos se empotraban contra un muro que sólo se abrió en una ocasión, cuando Piqué marcó gol en clarísimo fuera de juego.

La derrota con sabor a victoria del Inter fue celebrada en Milán y Madrid a partes iguales, mientras que en Barcelona el club hacía gala de su seny activando el sistema de aspersores en el campo para aguar la celebración de los visitantes. Daba igual. Los tifosi se veían  después de más de cuatro décadas en una final de la máxima competición. A la postre los neroazurri completarían uuna temporada perfecta, alzando la liga, la copa y esta vez sí, la Champions League, frente a un grande como el Bayern de Munich. Unas semanas después Mou, el anhelado, sería presentado como flamante nuevo entrenador del Real Madrid.