martes, 29 de enero de 2013

Sim City y Caesar III: Yo era alcalde pero soñaba con ser Emperador (I)

Mis primeros escarceos con la política urbana tuvieron lugar en mi más tierna pre-adolescencia. Era yo un zagal de 12 años cuando, almacenado en un diskette de 3,5 pulgadas, llegó a mis manos el Sim City: una epopeya llena de especulación voraz, deshaucios sistemáticos y burbujas inmobilarias que haría las delicias de cualquier aspirante a concejal por el Partido Popular. Para el que no lo conozca, el Sim City es un simulador americano del año 1989 en el que el jugador, metido en la piel de un alcalde novicio, debía construir una ciudad y tratar de mejorarla en todo lo posible para tener a su ciudadanía contenta. Dicho así acojona y aburre a partes iguales y no es para menos.

En algún lugar del desierto americano un joven pionero se dispone a plantar millones de toneladas de asfalto, metal y hormigón


Como gobernante yo no era ningún innovador y me seguía por los principios del Despotismo Ilustrado, o sea, todo para el pueblo pero sin el pueblo. Y es que en el Sim City el populacho era bastante porculero y casi nunca entendían que yo estaba lleno de buenas intenciones hacia ellos. Que si hay mucho tráfico, que si hay polución, que si me aburro-ponme un estadio, que si nos vendría bien un aeropuerto en la ciudad, ... Y yo, implacable, construyendo casazas, derruyendo los barrios marginales y plantando jardines para traer más y más obreros a mis fábricas como un vulgar señor Burns.

Era un juego antiguo y por eso tenía sus taras. Por ejemplo, uno no podía hacer las virguerías que hacen los alcaldes de ahora, como mi paisano Paco Vázquez, que se dedicó a convertir las plazas blancas en plazas azules mientras su mujer, ¡qué casualidad!, era dueña de todos los parkings de La Coruña. No obstante, aquí al que suscribe no le temblaba el pulso a la hora de hacer verdaderas putadas aun más gordas a su ciudadanía. ¿Qué no hay suficiente para pagar el estadio de fútbol? Os subo los impuestos y así el club es de todos, como el Valencia. ¿Qué hay mucho tráfico? Me cargo un barrio entero para hacer rotondas. ¡Mirad cuantos coches dando vueltas! ¿Qué os quejáis de la polución? Toma central nuclear. Que os aprovechen los pez de tres ojos. ¡Alabado sea el progreso!


Seis años después, en el 94, llegó el Sim City 2000, que incorporaba jugosas novedades como la perpsectiva isométrica de la ciudad o el gabinete de chupópteros de concejales que se encargaban de informarte de la situación de las industrias, las escuelas, los hospitales, las carreteras, ...

Además tenía un delicioso diario que cada semana nos iba contando las virtudes o defectos de nuestra gestión. En una partida me acuerdo que, en mi afán por suministrar de energía a mi city, les endiñé una pedazo de central térmica que pasados los años se caía a trozos. El periódico avisaba de la inminente catástrofe con un titular en plan "¡VA A EXPLOTAR!" y yo negando la mayor cual ministro soviético durante Chernobyl, "Todo está en orden, señores, circulen que aquí no ha pasado nada".

Más o menos esto fue lo que sucedió

Si el juego fuese un simulador perfecto de la vida real seguramente me habría dado la opción de largarme como una rata antes con todos mis ahorros a Brasil y dejar a la gente ahí tirada como el capitán del Costa Concordia. Es lo que cualquier político "demócrata-de-toda-la-vida" hubiese hecho en mi situación. En lugar de eso yo tuve que ver como la central estallaba y me las vi y me las deseé para reconducir aquel desaguisado. Era casi peor que Lendoiro con el Deportivo y la Ley Concursal. Al final me rallé y volví a empezar otra partida porque la gente no me aguantaba y querían mi cabeza. Con los videojuegos se pueden aprender muchas cosas. ¡Qué dura puede ser la política cuando los de abajo están hasta los huevos y van a por tu pellejo!

Aunque el Sim City 2000 es un gran juego no llegaba al nivel de clasicazo de su predecesor. O puede que yo, a mis 15 años, ya estaba buscando otro tipo de experiencias más acordes a mis delirios de grandeza adolescentes. Dejé los Sims en un cajón (metafóricamente hablando) y me dediqué a los juegos de rol nintenderos y al PC Fútbol (divino PC Fútbol, algún día tendrás tu entrada en nuestro blog como te mereces).

Años después aun hubo tiempo para una última aventura que cerrase mi Trilogía del poder. LLegó a mis manos, esta vez en forma de CD, pues los tiempos habian cambiado, el Caesar III. Y entonces mi mundo se puso patas arriba. Pero esa es otra historia que relataré otro día. Hasta entonces os dejo con un pequeño adelanto en forma musical:


1 comentario:

  1. yo siempre recordaré como cuando mis ciudadanos me tocaban la moral les mandaba en este orden, un terremoto, una catástrofe ecológica, un tornado, y por último a Godzilla, después de esto siempre agradecían mi gestión de la crisis XD

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