Un viaje perfecto (y III)

Como lo había dejado a medias y ahora tengo algo de tiempo, me toca relatar el resto de vacancias.

Lo habíamos dejado en Niza, una ciudad sin demasiados alicientes, con un paseo marítimo bonito pero sin más, allí nos dimos una vueltecita y rápidamente volvimos a Mónaco.

En Mónaco pasamos gran parte del día, algo de culpa la tuve yo por tirar y tirar buscando el Casino, y me pasé, llegando hasta el límite de provincia... perdón, de Principado, es lo que tiene el curro que te salen a veces expresiones del mismo.

Y de Mónaco pues lo dicho anteriormente, muchas pelas, mucho edificio concentrado y poco más.

Algo que si recomiendo a todo el mundo es recorrerse el circuito de F1 en tu propio coche, y luego al volver a casa hacerlo en el Gran Turismo, es una experiencia curiosa. El resto del día lo empleamos para volver a Génova, para usarla como trampolín para ir al día siguiente a Pisa.

Y como si de magia se tratara ya estamos en sentido Pisa, allí tienes la torre y la plaza que alberga la catedral y la torre, es algo realmente curioso como tal, pero Pisa tampoco tiene nada más que resaltar.

El resto fue un camino de vuelta a Milán para abordar al día siguiente la última parte del viaje, el lago Como.

De primeras el lago Como no parece gran cosa, de hecho Como es una ciudad bastante vulgar, es a medida que vas subiendo y te diriges hacia Suiza cuando te vas encontrando la inmensidad natural, como diría aquél.

Aquello es postal tras postal,

para muestra otro botón que parece sacado de un catálogo de Fiat

y cuanto más avanzábamos más cerca estaba Lugano, y con Lugano, Suiza.

al final de tanto subir casi perdemos el vuelo, pero la excursión, el viaje y todo merecieron la pena.

Ahora queda volver a Suiza...pero con más calma