miércoles, 10 de marzo de 2010

Sueño I


Acababa de ir a buscar unos papeles y había dejado el coche aparcado en un parking cercano. Estaba bajando tranquilamente cuando me crucé con dos individuos que me miraron de forma extraña. No recuerdo qué clase de ropa llevaba yo, ni tampoco la que llevaban ellos. Tampoco recuerdo haber hecho ningún gesto que justificase lo que vino a continuación.

Notándome observado comencé a caminar más rápidamente, con la sensación de que estaban detrás de mí. Daba igual lo que me acelerase, siempre estaban detrás.

Me dirigí hacia el parking para coger mi coche y marcharme de allí cuanto antes. Por desgracia, el destino me deparaba otra sorpresa: había perdido por completo la capacidad para orientarme. Me encontraba en una ciudad desconocida para mí y no era capaz de recordar dónde estaba el parking. Todas las calles me parecían iguales.

Yo andaba cada vez más rápido, con los ojos puestos en todas direcciones. Me pareció ver el letrero del parking y empecé a correr hacia él. Mis perseguidores comenzaron a correr de igual modo y cuando pensé que los había despistado se interpuso en mi camino un enorme todoterreno gris, de tipo americano.

Me quedé parado mirándolo y el tiempo pareció detenerse. Alguien hizo el ademán de bajarse del coche y empecé a correr hacia él, con la estúpida idea de saltar encima del capot. Al ver mi maniobra, ellos comenzaron a acelerar el coche. Sin embargo conseguí saltar y agarrarme al "mataburros". El coche aceleraba mientras a duras penas consegía mantenerme sujeto.

En algún momento a mis perseguidores se les ocurrió empotrar el coche contra algo y al intuir ésto salté hacia la acera, para caer sobre unos metros de cesped y seguí corriendo. Al doblar una esquina me di cuenta que había perdido de vista de nuevo el parking y no se me ocurrió otra cosa que subir por el primer portal que viese abierto. Me metí en el típico edificio de esquina con portal semicircular y escaleras de madera, con pasamanos de madera. Comencé a subir pero a medio camino descubrí que me habían visto entrar allí y que venían detrás.

El edificio tendría unos 4 o 5 pisos y vi que no tenía trampilla ni ninguna manera de escapar. Llegaba a un callejón sin salida y ellos, que ya eran cuatro, subían rápidamente. Tan sólo tenía una salida, el hueco de la escalera. Veía con desesperación como subían aquellos cabrones a los que no sabía que les había hecho, y cuando llegaron al tercer piso salté. Al llegar al segundo piso me golpeé con el pasamanos.

Después me desperté.

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